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Carnaval en Canarias
Ya no se acuerda de que pocas horas antes lo buscaban como a
un ladrón. Cuando sale del baño, fresco y oliendo a limpio, oye a
Candelaria hablar por teléfono.
–Sí, estoy con un amigo. ¿Y a usted qué le importa?
–...
–No se preocupe. Es mi problema. Sí, sí, gracias.
Cuelga el teléfono. Teodoro, envuelto en una toalla, se acerca y
le dice suavemente.
–¿Qué ocurre, Candelaria? ¿Tienes problemas por mi culpa?
–No te preocupes. No pasa nada. ¡Vamos a preparar tu disfraz!
Es una chica fuerte y enérgica. En pocos minutos le ha pintado
la cara de tal forma que nadie lo reconocería. Tiene el aspecto de un
hombre de negocios maduro, con el pelo gris. Parece un hombre de
cincuenta años, y Teodoro solo tiene treinta. Cuando se mira en el
espejo, ni él mismo se reconoce.
–¡Eres una artista, Candela!
–Ven. Te falta la corbata. Y la cartera. Y unas gafas para hacerte
más interesante. Y vamos a limpiar tus zapatos. ¡Ah!, y un paraguas
inglés y un sombrero.
–¿Pero tú tienes un sombrero de hombre?
–Sí, de una vez que me disfracé de Charlot.
Cuando ha terminado, Teodoro parece un
gentleman
recién sali
do de la
City
21
.
–Estás estupendo –dice Candelaria.
–¿Con quién hablabas por teléfono?
–Con la portera. Siempre se mete en todo. Vigila a todo el
mundo.
–¿Y qué?
–Nos ha visto entrar. Dice que buscan a un hombre alto y rubio,
un camionero, y cree que puedes ser tú.