Page 30 - Carnaval en Canarias

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eodoro
y Candelaria caminan hacia la plaza de España. En
el jardín de Santa Elena, sentada en un banco de madera, llora una
mujer. Su traje era de papel y, por culpa de la lluvia, casi ha desapa­
recido. No quedan de él más que algunos trozos de papel mojados y
sin color que apenas sirven para ocultar su cuerpo. Tiene frío.
–¡Marilyn!
Teodoro ha reconocido a la reina de las fiestas, a esa chica que
dos horas antes brillaba por su gran belleza en la plaza y era el cen­
tro de atención de todo el pueblo de Santa Cruz.
Ahora es un muñeco de trapo, un pobre pájaro con las plumas
mojadas, que ha perdido la luz, el color y las ganas de volar.
Candelaria deja a Teodoro solo con Marilyn. Él se sienta a su
lado en el banco de madera. Marilyn no para de llorar.
–Te he buscado durante todo el día. Te han elegido reina de las
fiestas. Tienes que estar contenta.
–¡Mira cómo me ha puesto la lluvia! ¡Odio la lluvia! ¡Márchate
de aquí! ¡No quiero ver a nadie!
–Pero ¿sabes quién soy? Soy Teodoro Ullmann y acabo de llegar
de Estocolmo. ¿No te acuerdas?
–No. No esperaba a nadie. No he ido a la oficina desde hace dos
semanas.