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I
T
eodoro
Ullmann duerme tranquilo. Está muy cansado. Ape
nas ha dormido la noche anterior. El avión toma tierra chocando
suavemente contra el suelo.
Teodoro escucha la voz de su vecino de asiento:
–Despierte, amigo. Estamos en Tenerife.
Abre un ojo y ve el mar. Abre otro ojo y ve la arena del desierto
1
.
Hace sol.
–¿Viene a trabajar?
–Sí.
–Poco podrá hacer. Estamos en febrero y hay fiestas. Es Carnaval.
«Bah, que los demás se diviertan. Yo no he venido a la fiesta»,
piensa Teodoro.
Al salir del aeropuerto pregunta cuántos kilómetros hay hasta la
ciudad.
–Setenta.
–¿Puedo tomar un tren?
–No tenemos trenes en la isla.
–¿Y un taxi?
–Sí, pero es muy caro. Mejor en
guagua
.
–¿En qué?
–En autobús. Aquí lo llamamos así.