SANTILLANA USA - Emiliano Zapata, un soñador con bigotes
10 dido muchas más cosas que a mi abuelo, quien tiene 72 y ya se le acabaron las historias que contar cuando no quiero dormirme. Pero bueno, vayamos entrando en materia: Lo que quería empezar a platicarles es medio com- plicado de entender, porque los tiempos cambian y en eso hay que darles la razón a los grandes. Los niños de hoy no tenemos tantas responsabilidades como las que tuvieron nuestros padres y abuelos. Perfectamente nos da tiempo de platicar, pensar en cómo hacer para que el niño más guapo del salón nos saque a bailar en la fiesta del viernes (que ya pudimos planear, por cierto), hablar por teléfono, hacer la tarea cuando no hay nada mejor en que ocuparnos y tantísimas cosas más. Pero antes, cuando Emiliano era niño, la vida era di- ferente. Casi todo tenía que hacerse a mano: nada de abrir la llave y que salga un chorro, había que traerla del río o del ojo de agua; ni imaginarse siquiera oprimir un boton- cito y que se prendiera la lámpara; había que conseguir petróleo para el quinqué o cerillos para las velas. ¿Gas? No había, fogón para la comida y encomendarse al dios anticatarro al bañarse. En fin, que había tanto por hacer que los adultos no se daban abasto. Así que los niños te- nían muchas obligaciones que cumplir, empezando por mantenerse vivos, lo que, entre la mala alimentación y la falta de medicinas y médicos, no era cosa sencilla.
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