SANTILLANA USA - Emiliano Zapata, un soñador con bigotes

12 El padre de Emiliano se llamó Gabriel; la madre, Cleofas, y también tuvieron su historia, pero ésa no se las cuento, sólo les digo que se conocieron, se enamora- ron, se casaron, tuvieron hijos y una mañana de agosto, allá en el año de 1879, abrió los ojos por primera vez el pequeño Emiliano. —¿Ya viste el lunar que tiene encimita del párpado? —preguntó la amorosa y todavía adolorida doña Cleofas. —¡Cómo no voy a verlo, mujer! Si se le mira casi tan bonito como a ti —contestó el orgullosísimo Gabriel Za- pata, quien se sentía como pavorreal porque su hijo le hubiera salido tan guapo. Y no es que de verdad fuera tan agraciado, sino que ya se sabe que los padres en cuanto ven a sus retoños se llenan de orgullo. Los Zapata vivían en un pueblo del estado de Morelos llamado Anenecuilco y que tiene un río en medio, para más señas. Así que ya tenemos el escenario de la historia que voy a contarles y que allí comienza. En Anenecuilco existía una hacienda que tenía por nombre “del Hospital”, cuyas tierras ocupaban la mitad del pueblo, gracias a que se las habían “comprado” a sus verdaderos dueños (aunque en realidad se las habían qui- tado) y era la única fuente de empleo confiable. La otra mitad del pueblo era ocupada por las casas de los anenecuilenses que, o bien trabajaban en la hacienda (en sus propias tierras que ya no eran suyas) a cambio de

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