SANTILLANA USA - Emiliano Zapata, un soñador con bigotes
20 Así, una mañana de 1909 Emiliano no se puso su ropa de labores, sino que se vistió con su traje de gala, el negro de charro bien plantado, con su cinto piteado y el pa- ñuelo de seda bien anudado en el cuello. Se caló el mejor de sus sombreros, escogió el más oloroso de sus puros y listo, ¡ni en su boda se había visto tan elegante! Pero la ocasión no ameritaba menos. En la plaza de Anenecuilco lo esperaba el Consejo de Ancianos, quienes se quitaron el sombrero al verlo llegar en su caballo y con su familia a un lado de él. Al llegar comenzó la ceremonia: primero le entregaron los documentos de la comunidad; luego los viejos pusieron en sus manos las llaves del pueblo; final- mente le dieron noticia formal de que Anenecuilco deci- dió que en él, en Emiliano Zapata, podía caber perfecta- mente la esperanza que entre todos lograron reunir. Lo hicieron su representante, lo nombraron el más joven del Consejo de Ancianos. Emiliano supo de la confianza y sus responsabilidades esa tarde y ya nunca más podría olvidarlo. Esa noche y durante el resto de su vida durmió con la conciencia tranquila de los que hacen el bien, pero también con el sueño ligero de los que llevan sobre sus espaldas la carga más importante que se le pueda enco- mendar a un hombre: la fe de los otros. Y Emiliano no se echó para atrás, al contrario, desde ese momento tomó la determinación de que, si era ne- cesario, dejaría la vida en el intento de no defraudar a quienes confiaron en él entregándole no sólo unas llaves
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