SANTILLANA USA - Hay palabras que los peces no entienden

El mensaje El teléfono sonó diez minutos antes de las seis de la ma­ ñana. Francisca buscó torpemente el aparato en la mesa de noche, pero no lo encontró. Sacudió las sábanas y cla­ ro, estaba ahí. Entre asustada y aturdida contestó y, del otro lado de la línea, una voz susurrante le dijo: —Feliz cumpleaños. —¡Te acordaste! —Necesito que salgas a la puerta en este momento. —¿Sabes la hora que es? —Claro que lo sé, no hagas preguntas tontas y obedece. —Pero papá y mamá podrían despertar y… —¡Sal ya! Francisca, que acostumbraba dormir con una vieja ca­ miseta de algodón, agarró los gastados jeans que descan­ saban en la silla del escritorio y se los puso. Atravesó en puntillas el corredor que separaba su habitación de la de sus padres y bajó por las escaleras. Sintió su corazón ale-

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