SANTILLANA USA - Hay palabras que los peces no entienden

12 tear al momento de girar la llave en el cerrojo de la puer­ ta de la sala. Cruzó el jardín y abrió la puerta que daba a la calle. Afuera no había nadie. —No estoy para bromas —se dijo a sí misma. Miró a un lado y otro, pero a esa hora todo lucía soli­ tario y oscuro. A punto de entrar, notó algo extraño en el árbol plantado en la acera. Detrás del tronco y atado con un cordón grueso dormía un cachorro labrador negro. Francisca lo desató, lo envolvió con el largo borde de su camiseta y lo llevó dentro de casa. Ya en la cocina lo colocó sobre la mesa y, entonces, descubrió que sujeto al collar pendía un mensaje escrito. Francisca lo leyó y sintió que un nudo le atrancaba la garganta. El mensaje decía: Para que nunca te sientas sola. Te quiero, Miguel

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