SANTILLANA USA - Hay palabras que los peces no entienden

18 Destripador. Pero la verdad es que la prohibición no tenía nada que ver con el documental de un perro salchicha que se había comido a su dueño, sino que para mamá los pe­ rros eran los principales productores de toda la porquería que a ella le tocaría limpiar, mientras que para papá una mascota era igual a un montón de gastos; y cualquier co­ sa que implicara demasiada limpieza y demasiados gastos tendría pocas posibilidades de ser aceptada en el hogar. Los dos hermanos se cansaron de pedir y pedir un perro en cada Navidad, en cada cumpleaños y cada vez que sus calificaciones tenían un brillo particular; la respues- ta ante la petición de una mascota era siempre: —No, no y no, a esta casa no entrará jamás una peli­ grosa bestia peluda. Pero entró. Ya con el cachorro caminando sobre la mesa de la coci­ na, Francisca quiso darse tiempo para pensar en la excusa que inventaría ante sus padres. Admitir que se trataba de un regalo de Miguel sería el pasaporte directo del perro hacia la calle o hacia la perrera municipal. El asunto era tan difícil como esconder una jirafa en la bañera. Al cabo de unos minutos, el cachorro, que no tenía el mismo interés en la discreción de su nueva dueña, co­ menzó a ladrar con insistencia y casi de inmediato los padres de Francisca entraron en la cocina. —¿Qué está pasando aquí? —preguntó la madre res­ tregándose los ojos.

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