SANTILLANA USA - Hay palabras que los peces no entienden
19 —Nada, ma, es un perrito que encontré en la calle. —¿A esta hora? Son las seis de la mañana, ¿qué ha cías en la calle? —¿No es curioso? Lo escuché llorar y salí para ver de qué se trataba, debe estar perdido o quizá se ha escapado de una casa vecina. El padre se aproximó a la mesa para ver al animal y descubrió la nota escrita por Miguel, Francisca inten tó arrebatársela, pero fue en vano, él la leyó en silencio mientras una marcada arruga en la frente delataba su rabia. Francisca, intuyendo el problema que se le venía encima, encontró una buena salida diciendo atropellada mente: —¿Nadie me va a felicitar? ¡Hoy es mi cumpleaños, hoy cumplo 14! Sus padres, que aún no salían de la desagradable sor presa, no pudieron hacer otra cosa que abrazar a su hija y disimular el fastidio que les provocaba aquel problema negro de cuatro patas. El desayuno transcurrió con una tensión mal disfra zada de celebración. La nota de Miguel había caído den tro del basurero de la cocina convertida en, al menos, doscientos pedazos minúsculos. Su padre la había leído y luego la había transformado en pequeños fragmentos, como había hecho con casi todo lo que Miguel había deja do en casa al irse. Tras su partida, todo había ido a parar en el basurero convertido en retazos irreconocibles: ropa,
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