—Traje más calaveras de azúcar para
adornar el altar —dice el padre de Daniel
y Cristina.
—Ahora necesitamos unas flores blancas para poner
junto al dibujo del conejito —dice la madre.
—Mi conejito se ha perdido, papá. Ya no lo veré más
—explica Cristina.
—Piensa en algo que le guste mucho a tu conejito, y lo
ponemos también en el altar —sugiere el papá.
—Yo sé que estás muy triste, pero si tienes a tu conejito en tu
corazón lo llevarás contigo a todas partes —dice la mamá—.
Anímate, mi cielo. Anda, disfrázate, y vamos a pedir caramelos.