Antología de poesía latinoamericana contemporánea

juan gustavo cobo borda 12 Se llamaba César Vallejo y con él se abre la otra gran vertiente: la de la tierra y la protesta. La voz del cholo del Perú censura con vehemencia la guerra civil española – España, aparta de mí este cáliz ( 1937 )–, despliega el reverso del París deVerlaine y Samain – Poemas humanos ( 1939 )– y nos revela una pavorosa actualidad: “¡Jamás, señor ministro de salud, fue la salud más mortal!”. Lenguaje descoyuntado, sintaxis hecha trizas; los huesos arden y la persona se torna fantasma, a punta de golpes la reducen a la nada: “César Vallejo ha muerto, le pegaban...”. Aquel que en Lima, en 1922 , publica Trilce , editado en losTalleres tipográficos de la Penitenciaria, reivindica su derecho sagrado a “estar verde y contento y peligroso”, “a meter la pata y a la risa”. La valiosa lección de irreverencia y sarcasmo no se había perdido. César Vallejo se siente juzgado, sin clemencia alguna, por un tribunal de odios y fríos prejuicios. Sin embargo, el calor cordial que emana de su poesía, aniquila la abrumadora carga de hipocresía religiosa y de leyes acomodadas al rico, para exaltar una nueva redención: la del crucificado por su propia lucidez de gran poeta, al cual el lenguaje apenas si le sirve para conjurar el llanto. En el polo opuesto, y desde Borneo, Java y Sumatra, un cónsul chileno, obnubilado por el mar, compone, a lo largo de diez años ( 1925 - 1935 ), su Residencia en la tierra , cuyo primer tomo fue pu- blicado en 1933 , en Santiago, y el segundo en 1935 , en Madrid. Se trata de Pablo Neruda. El desgaste de todas las cosas, el cansancio de ser hombre, y el comprobar cómo los sentimientos se trans- forman, al convertir el amor en odio, dan a la poesía de Neruda una intensidad expresionista singular. Se trata de una poesía de la ciudad y del hombre, que no cesa de añorar su bosque nativo y sus años de estudiante en Santiago, como lo certifica Veinte poemas de amor y una canción desesperada ( 1924 ). Más tarde, su poesía se hará torrencial, desbordante y a veces informe. Neruda, quien leyó a Quevedo y desenterró al conde deVillamediana –“quiero ver

RkJQdWJsaXNoZXIy MjAwMTk0