Antología de poesía latinoamericana contemporánea

19 También se hablará sobre la autodestrucción de un hombre a través del alcohol, del descenso a los infiernos, alucinado en la persecución de un sentido a la vida que solo le otorga la muerte. Por ello, Jaime Sáenz dirá: “La catástrofe es bella”. En el caso de Mutis, al igual que sucede con Jaime Sáenz, el ámbito de la tierra caliente es propicio a la destrucción, bien sea la de toda la empresa humana –rieles que se oxidan, trenes que la selva inva- de– como la destrucción del hombre mismo, tal como sucede en su paradigmático poema El húsar, donde vemos la imagen de un sobreviviente de la epopeya napoleónica cayendo y degra- dándose en el sopor y la molicie americana. Por ello, Mutis ha puesto su fe no solo en los guerreros que crecen ante el peligro o en las dinastías que superan lo individual por designio divino, sino también en la elección de un exilio que le permite recrear su perdido paraíso a su arbitrio, como ha sucedido con sus tierras cafeteras delTolima, revividas en sus insomnios mexicanos y, por supuesto, en la aparición de Maqroll el gaviero. Eielson, que comparte con Mutis su fascinación por la épica medieval en su Canción y muerte de Rolando ( 1943 ), vio desde su exilio en Italia las desiertas costas del Perú y el rescate de la cul- tura inca a través de sus instalaciones hechas de nudos; los míticos quipus indígenas que ya no cuentan generaciones de monarcas o almacenamientos de granos, sino que nos deslumbran con el contraste cromático de sus colores y la tensión exasperada de sus formas, ciñéndose a sí mismas. Igual, en cierto modo, a su notable poesía erótica, donde, del sudor a la ceniza, los textos intentan una feroz secuencia imposible de pasión quemada en su éxtasis, de reiteración exasperada de un rito que puede ir de lo sublime a lo grotesco, de lo irrisorio al júbilo. Recordemos un fragmento de su poema Mutatis mutandis ( 1954 ):

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