El Cuento Latinoamericano

19 aus enc i a go suyo le había dicho en son de broma: “Acuérdate de afeitarte o pensarán que eres árabe”. El amigo deWari había celebrado su ocurrencia estrellando un vaso contra el piso de cemento del bar. Todos habían aplaudido.Wari podía sentir el sudor acumulándose en los poros de su rostro. Se preguntó qué tan mal se vería, qué tan cansado o desaliñado. Qué tan peligroso. Aún sentía en los pulmones el aire viciado y reciclado de la cabina del avión. Sintió cómo su piel se oscurecía bajo las luces fluorescentes. Un agente de inmigración uniformado entró y empezó a ha- cerle preguntas en inglés.Wari las respondió lo mejor que pudo. “Y tú, supuestamente eres artista, ¿no?”, le dijo el oficial exami- nando la documentación. Wari cerró sus dedos alrededor de un pincel imaginario y trazó círculos en el aire. El agente le indicó con un gesto que dejara de hacerlo. Revi- só los papeles, hasta que sus ojos se posaron sobre su estado de cuenta bancaria. Frunció el ceño. “¿Vas a NuevaYork?”, le preguntó. “¿Por un mes?”. “En Lima, me dieron un mes”, dijoWari cautelosamente. El oficial sacudió la cabeza. “No tienes la cantidad de dinero que se requiere para una estadía tan prolongada”. Miró la invita- ción y luego señaló la cifra insignificante que aparecía al final de su estado de cuenta. Se la mostró aWari, quien tuvo que contener una risita nerviosa. “Tienes dos semanas.Y no te hagas ilusiones”, le dijo. “Estoy siendo generoso contigo. Cambia la fecha de tu pasaje tan pronto llegues a NuevaYork”. Selló el pasaporte color borgoña deWari con una nueva visa y lo dejó ir. En la terminal de recojo de equipajes,Wari encontró sus cuadros apilados junto a un carrusel ya vacío. Se dirigió hacia aduanas, donde tuvo que responder más preguntas antes de que lo dejaran pasar. Esperó pacientemente mientras revisaban su maleta, hurgando entre su ropa. Inspeccionaron minuciosamente sus cuadros, y aquí, por fin, le fue útil la carta con membrete

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