El abece de mitos y leyendas universales

La esfinge de Gizeh Originariamente, la esfinge era el dios egipcio de la sabiduría. Tenía la forma de un león descansando y su cabeza masculina se adornaba con la típica toca egipcia: el nemes . Luego se identificó con el poder y la autoridad del faraón. La esfinge de Gizeh es la más grande que se ha encontrado: mide 60 m (196 ft) de alto y 20 m (65 ft) de largo. Se cree que su cabeza tallada en la roca reproduce el rostro del faraón Kefrén, quien reinó 2500 años a. C. Está situada a 8 km (5 mi) de El Cairo, en Egipto, frente a las famosas pirámides de Keops, Kefrén y Micerinos. Las esfinges en Asiria En Babilonia, las esfinges tenían la forma de toros alados o lamasu . Eran gigantescos toros de pie con cara de hombre, corona y barba rizada, que custodiaban las puertas de los templos. Simbolizaban el poder y la fuerza. En la imagen, toro alado del siglo viii a. C., que adornaba las puertas de la fortaleza de Sargón, hoy Korsabad, y que se conserva en el Museo del Louvre, París (Francia). El enigma que planteaba con más frecuencia la esfinge era: «¿Qué ser es el que anda de mañana a cuatro pies, al mediodía con dos y por la noche con tres?». Tras escuchar la respuesta de Edipo, la esfinge vencida se lanzó al vacío desde lo alto de una roca. Para agradecerle la hazaña realizada, los ciudadanos de Tebas convirtieron a Edipo en rey y le pidieron que se casara con la reina Yocasta, su verdadera madre (aunque él no lo sabía). Un día llegó Edipo a las puertas de la ciudad. Al oírlo, resolvió el enigma de la esfinge, al responder: «Es el hombre, que en su niñez camina a cuatro patas, en la edad adulta se mantiene erguido y en la ancianidad se ayuda con un bastón». ¿Qué eran los grifos? Al igual que los toros alados, los grifos tienen su origen en Oriente. Tenían cabeza, alas y garras de águila, y cuerpo, orejas y cola de león. Eran los encargados de custodiar el oro de las montañas del norte de la India. En la mitología griega, Apolo cabalgaba sobre la espalda de uno de ellos. Y, en los comienzos del cristianismo, fue asociado con las fuerzas benéficas, ya que representaba la dualidad celestial y terrenal de Jesucristo. Por eso adornó los escudos medievales como símbolo de la fuerza, de la vigilancia y del poder de esta religión. 11

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