Don Quijote de la Mancha I

8 Don Quijote de la Mancha I Nuestro hidalgo casi no dormía y leía la noche entera. Y así fue como, por leer mucho y dormir poco, se le secó el cerebro 13 . Y se llenó la cabeza de fantasías, batallas 14 y amores imposibles. Pensaba que era verdad todo lo que leía. Para él no había historias más cier- tas en el mundo que las historias de caballerías. Un buen día tuvo la loca idea de hacerse caballero andante 15 para servir así a su país. Iba a ir por todo el mundo con sus armas y su caballo en busca de aventuras. De esta manera, pensaba alcanzar nombre y fama 16 para siempre. Con estos agradables pensamientos, nuestro hidalgo se dio prisa y preparó su plan. Primero, limpió unas viejas armas de sus bisabue- los que estaban olvidadas en un rincón. Pero enseguida se dio cuen- ta de que el casco de la armadura 17 no tenía visera 18 . Hizo entonces una visera de cartón . Para probar si esta era fuerte y no se rompía, sacó su espada 19 y le dio dos golpes. Así deshizo en un momento todo el trabajo de una semana. Para sentirse más seguro, decidió fabricarla de nuevo y en esta ocasión le puso unos trozos de hierro por dentro. Luego, fue a ver a su débil caballo, que a él le parecía mejor que Babieca, el caballo del Cid 20 . Tardó cuatro días en llamarlo Roci- nante, nombre, en su opinión, elegante y musical, perfecto para el caballo de un caballero tan importante como él. Nuestro hidalgo quiso también buscar un nombre para sí mis- mo. Después de pensar mucho durante ocho días, decidió llamarse don Quijote. Se acordó, entonces, de que el valiente Amadís 21 se llamaba Amadís de Gaula . Y por esta razón, nuestro buen caballero quiso también acompañar su nombre y llamarse don Quijote de la Mancha . Después de todo esto, solo le faltaba buscar una dama 22 para enamorarse. Pensaba él que un caballero andante sin amores es un árbol sin hojas y sin fruto, un cuerpo sin alma 23 .

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