Don Quijote de la Mancha II

10 Don Quijote de la Mancha II de don Quijote. Estaban muy preocupados por su salud, pues se habían dado cuenta de los locos pensamientos que todavía tenía. Y así dijo el cura al barbero: –Ya veréis, amigo, que enseguida nuestro hidalgo sale otra vez a buscar aventuras. –No lo dudo –respondió el barbero–, pero no me sorprende tan- to la locura del caballero, sino lo simple que es el escudero 21 , que se cree totalmente aquello de la ínsula. –Veremos cómo terminan todos estos disparates 22 de caballero y escudero, pues los dos parecen iguales. Las locuras del señor no son nada sin las simples ideas del criado 23 . –Así es –dijo el barbero. Mientras, don Quijote se metió con Sancho en su habitación y, ya solos, le dijo: –Me da mucha pena, Sancho, que digas que yo te saqué de tu casa. Juntos salimos, juntos fuimos y juntos caminamos en busca de aventuras. Los dos hemos tenido la misma suerte. Si a ti te man- tearon 24 una vez, a mí me golpearon ciento, y en eso te gano. Pero dejemos esto ahora. Ya habrá tiempo de hablarlo con más tranqui- lidad. Dime, Sancho amigo, qué dicen de mí por este lugar. ¿Qué opinión tienen de mí el pueblo, los hidalgos y los caballeros? Quie- ro, Sancho, que me digas qué ha llegado a tus oídos, sin poner ni quitar cosa alguna. Es de buenos escuderos decir a sus señores la verdad así como es. –Eso haré yo con muchas ganas, señor mío –respondió Sancho–, si vuestra merced no se enfada por lo que diga. –No me enfadaré –respondió don Quijote–. Bien puedes, San- cho, hablar libremente y sin rodeo alguno 25 . –Pues lo primero que digo es que el pueblo piensa que vuestra merced es un grandísimo loco y que yo soy un pobre tonto. Los hidalgos dicen que se cree caballero porque se pone el don , aunque

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