Don Quijote de la Mancha II

8 Don Quijote de la Mancha II Nuestro hidalgo 3 los recibió muy bien. Ellos le preguntaron por su salud y él les contestó con buenas razones y con muy elegantes palabras. Al oír hablar así a don Quijote, el cura y el barbero creye- ron sin ninguna duda que estaba curado. La sobrina y el ama, que estaban también presentes en la conver- sación, no dejaban de dar gracias a Dios por ver a su señor tan bien de la cabeza. Pero el cura, que al principio no quería hablarle de cosas de ca- ballerías 4 , luego cambió de opinión. Quería saber si la curación de don Quijote era falsa o verdadera. Para ello, le contó algunas noti- cias que habían venido de la corte 5 . Entre otras, le dijo que todo el mundo cristiano tenía mucho miedo porque parecía que el Turco 6 se acercaba con una gran armada 7 . También le contó que el Rey había llevado sus ejércitos a las costas de Nápoles, Sicilia y la isla de Malta 8 . A esto respondió don Quijote: –El Rey ha hecho muy bien. Así el enemigo 9 no le sorprenderá 10 . Pero, además, yo le puedo dar un fácil, justo y corto consejo. Entonces, el barbero y el cura le preguntaron a don Quijote que cuál era ese consejo y este contestó: –Que el Rey llame a todos los caballeros andantes 11 que hay por España para que vayan a la corte. Con solo media docena de ellos será suficiente para destruir todo el poder del Turco. –¡Ay! –dijo en ese momento la sobrina–. ¡Creo que mi señor quiere volver a ser caballero andante! –Caballero andante moriré –dijo don Quijote–, así que el Turco puede venir cuando quiera y como pueda. –Pues yo no puedo creer –dijo el cura– que esos caballeros an- dantes sean reales, personas de carne y hueso en el mundo. Yo ima- gino que todo es ficción, cuento, mentira y sueños contados por hombres despiertos o medio dormidos.

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