Don Quijote de la Mancha II

Miguel de Cervantes 9 –Es un error –respondió don Quijote– creer que no hay caba- lleros 12 así en el mundo. Yo casi puedo decir que vi a Amadís de Gaula 13 con mis mismos ojos, y que era un hombre alto, de cara blanca, con una larga barba negra, callado y tranquilo. Y del mismo modo se puede describir a todos los caballeros andantes que andan en las historias. –¿Y cómo de grandes –preguntó el barbero– eran los gigantes 14 ? –En esto de los gigantes –respondió don Quijote– hay diferentes opiniones sobre si los ha habido o no en el mundo. Entonces, oyeron que el ama y la sobrina, que ya habían dejado la conversación, daban grandes voces en el patio, y todos fueron hasta allí. Le estaban gritando a Sancho, que intentaba entrar para ver a don Quijote mientras ellas defendían 15 la puerta: –¿Qué quiere este mostrenco 16 en esta casa? Idos a la vuestra, hermano, porque vos sois, y no otro, el que aleja del buen camino a mi señor y le lleva por esos mundos perdidos. A esto respondió Sancho: –Ama del diablo 17 , es a mí al que alejan del buen camino, y no a tu amo 18 . Vosotras estáis muy equivocadas. Él me llevó por esos mundos. Él me sacó de mi casa con mentiras y me prometió una ínsula 19 que todavía estoy esperando. –Ojalá te maten las malas ínsulas, Sancho –respondió la sobrina–. ¿Y qué son ínsulas? ¿Es alguna cosa de comer? ¡Eres un comilón 20 ! –No es de comer –contestó Sancho–, sino de gobernar. –Pues no entraréis aquí, saco de maldad –dijo el ama–. Id a go- bernar vuestra casa y a trabajar vuestras pocas tierras, y dejaos de esperar ínsulas o ínsulos. Mucho se divertían el cura y el barbero al oír la conversación de los tres. Pero don Quijote tenía miedo de las muchas tonterías que Sancho podía empezar a decir. Por eso, le llamó y mandó callar a las dos mujeres. Entró Sancho, y el cura y el barbero se despidieron

RkJQdWJsaXNoZXIy MjAwMTk0