El señor de Alfoz

II S on las cinco de la tarde en el reloj de la biblioteca. En un cómo­ do sillón, don Alfonso se toma despacio el chocolate 10 que le ha preparado Martina. Lentamente empieza a sentir calor por todo el cuerpo. A su lado, Bruno, el perro de caza, espera aburrido un poco de pan mojado en chocolate. Al principio, el señor de Alfoz no ve la carta que Martina le ha dejado encima de la mesa. Su mano busca el pan y mete despacio un trozo en la taza. –Toma, Bruno... –dice al perro que se levanta alegremente–. Ya sé que estás esperando, pero toma solo un poco... Estas cosas no son buenas para ti. La mano de don Alfonso se pasea un momento por el pelo largo y negro de su amigo. Luego pasa al sillón, a la mesa y, de repente, encuentra un papel suave, una carta. –Doña María Isabel Bontempi, viuda 11 de Penalles... –lee en voz alta–. Penalles... Me parece que no conozco a nadie con este apellido. Lentamente, don Alfonso abre la carta y lee. La señora de Pe­ nalles 12 le pregunta si puede ir a visitarlo durante unos días. Ha conocido por casualidad a Alberto Díaz Carreras, su viejo amigo, de Alfoz como él, que vive ahora en Madrid. La señora de Penalles 6

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