El señor de Alfoz

–Por favor, Martina –le dice cuando ella entra en la biblioteca–, ¿podrías mandar esta carta mañana a primera hora? Gracias. Y pre­ páralo todo para recibir en casa a una señora... Se llama María Isabel Bontempi de Penalles. ¡Ah! Y no me hagas la cena, no tengo hambre. Cuando se queda solo, don Alfonso busca en un armario un gran barco de oro y piedras preciosas. Le parece maravillosa esa joya que encontró hace un mes en la habitación de arriba. Abre el barco y, con mucho cuidado, saca de dentro unos papeles que han estado allí guardados durante mucho tiempo. Son unas cartas escritas hace más de cien años. ¿Por quién? ¿Para quién? Don Alfonso no lo sabe. Pero por ellas ha conocido una bonita historia de amor. Las ha leído todas, ya solo le queda una... Santa Clara 16 , 12 de diciembre de 1865 Amor mío: Hace ya mucho tiempo que no sé nada de ti y esto me preocupa. A veces pienso que me has olvidado. Pero algo me dice que eso no puede ser verdad... Otras veces pienso que te ha pasado algo. Entonces, siento una pena horrible. Por favor, escríbeme pronto. Cuéntame cómo estás. Háblame de tus días para dar vida a mis noches. Nuestra hija juega contenta entre los campos de azúcar. Cuando me pregunta por su mamá, yo le digo que está lejos. Pero que un día va a venir a quedarse con ella y con su papá para siempre. Es una niña muy bonita y muy buena. Amor mío, te quiero y espero tenerte muy pronto conmigo. Lo estoy pre- parando todo para ti: la casa, los campos... No sabes cuánto he llegado a querer estas tierras. No son como mi querida Italia, pero también son muy bonitas. A veces sueño que has dejado por fin la casa de tus padres y te veo entonces a mi lado, con nuestra pequeña. Y cuando despierto me parece imposible poder vivir sin ti... ¿Voy a tenerte pronto? Besos, G. 8 El señor de Alfoz

RkJQdWJsaXNoZXIy MjAwMTk0