El señor de Alfoz

III D on Alfonso despierta. Siente la luz del sol en sus ojos, mien­ tras al otro lado de la puerta, la voz de Martina le llega cada vez más claramente. –... y doña Isabel de... no sé qué... está esperándolo a usted abajo. Yo ya le he dicho que el señorito está todavía en la cama. Que ha pasado muy mala noche. Pero la señora dice que puede esperar y... –Está bien, Martina, está bien. Dile que enseguida estoy con ella. ¡Las doce de la mañana ya! –se dice después de mirar su reloj–. ¿Qué va a pensar esta señora de mí? En el cuarto de baño, el señor de Alfoz mira su bigote ya un po­ co blanco, sus ojos cansados... Parece estar buscando a aquel Alfon­ so de otros tiempos más felices, pero ¿dónde ha quedado? Es mejor no pensar en eso, mejor lavarse enseguida y no pensar que el agua de la ducha está muy fría. Vestirse. Ponerse bien el pañuelo debajo de la camisa abierta... Son las doce y media cuando don Alfonso cierra la puerta de su habitación para bajar la escalera. La señora de Penalles no está en la biblioteca ni en el salón. Cuando la encuentra en la cocina, le parece una mujer muy bonita. Pero ¿dónde ha visto él antes esa cara? 9

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