Cuando Mack conocio a Mac

Mack lleva unas buenas botas de montaña porque la isla es muy rocosa y hay que caminar con cuidado. También lleva una botella de agua y una guía turística. Con eso es suficiente. «Fue una buena idea no traer ni el celular ni la cámara de fotos –piensa Mack–, así puedo vivir esta experiencia sin interrupciones». Mack está emocionado. Se siente bien allí, al lado de los moáis. Cierra los ojos. La costa está muy cerca y huele a mar. Ahora abre los ojos y observa el paisaje. Es espectacular. Pero nuestro aventurero ya no está solo... «Señores, ya estamos en Ahu Tongariki. Pueden ustedes salir del autobús, pero ¡con cuidado! Hay muchas rocas y es difícil caminar». Mack saluda 20 a algunos compañeros de viaje que conoció esta mañana en la recepción del hotel. Les cuenta su experiencia con los moáis. Ahora está muy cansado y decide volver al hotel con ellos, en el autobús. Ya son las seis de la tarde; no es la mejor hora para visitar Ahu Ton­ gariki. Hay muchos turistas y, en ese momento, están llegando dos autobuses más y algunos autos. «¡Cuánta gente! Así no se pueden ver bien los moáis», piensa Mack ya dentro del autobús. Pero, un momento..., entre la gente, hay un hombre... alto, del­ gado, pelo blanco. Cuerpo atlético. Ropa elegante... Cuando Mack conoció a Mac 10

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