SANTILLANA USA - La ciudad de los dioses

de indios, muchos más que nosotros, que vienen muy deprisa por el lado del gran río. Nos miramos unos a otros muy nerviosos. Solo Cortés parece tranquilo: ha puesto todos los caballos juntos, al lado de los cañones 14 , y espera en silencio. Cuando los indios ya están cerca, uno de ellos da un gran grito; los otros levantan sus armas de madera 15 y empiezan a correr hacia nosotros. –¡Ahora! –dice Cortés–. ¡Disparad 16 los cañones! Hay una gran explosión 17 y los caballos saltan asustados sobre los indios. Ahora entiendo el plan 18 de Cortés: los indios no han visto caballos en toda su vida. Tampoco han oído nunca el ruido horrible de los cañones, que los llena de miedo. Algunos caen al suelo, lloran y gritan; otros se pierden entre los árboles del río. Tres explosiones más y no queda ningún indio en la playa. 14 de marzo de 1519 Esta mañana, cuando los indios vuelven, todo es muy diferente. Con los hombres de ayer vienen ahora los viejos, las mujeres y los ni- ños. Andan muy despacio, unos detrás de otros, en silencio, con la cabeza baja. Cortés sale a recibirlos. Tres jóvenes ponen regalos 19 a sus pies, oro sobre todo. Nuestros hombres sonríen llenos de alegría. El peligro ha pasado, la ciudad ya es nuestra. Ahora empieza la conquista. Pero todavía hay más sorpresas 20 . De entre los indios sale de re- pente un hombre de pelo blanco, con ropas muy viejas, ¡un español! Lo miramos asustados mientras él nos saluda emocionado y llora de alegría. Su nombre es Jerónimo de Aguilar, explica luego. Es uno de los hombres de Grijalva que se perdieron durante aquella expe- dición. Algunos de nuestros hombres lo conocen bien: eran amigos en Cuba. Aguilar ha vivido en Tabasco todo este tiempo, con los indios, y ahora habla, además, un poco de su lengua. Aguilar va a ser una gran ayuda para nosotros. Gracias a él po- demos entender las palabras del jefe de los indios. Estos han traído 13 Luis M.ª Carrero Pérez

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