SANTILLANA USA - La ciudad de los dioses

veinte mujeres jóvenes, algunas muy hermosas, que se sientan, tími- das, delante de Cortés. Mi señor no entiende. No sabe qué hacer. No le gusta verlas sentadas ante él. Aguilar le explica que son un regalo especial del jefe indio. Él y su pueblo creen que Cortés es un dios. –No podemos decir que no –le digo a Cortés en voz baja–. Los indios de Tabasco son ahora nuestros amigos. Es mejor llevarnos a las mujeres con nosotros. Y así volvemos a nuestros barcos, con las veinte indias y el oro del dios Cortés. 23 de abril de 1519 Estas últimas semanas, hemos vivido en las playas de San Juan de Ulúa, un poco al norte de Tabasco. A un lado el mar, al otro altísi- mas montañas. El calor es horrible y muchos hombres empiezan a sentirse enfermos. Aquí nos visitan por primera vez los indios aztecas. Vienen en nombre de su rey, el gran Moctezuma, con preciosos regalos para Cortés. Son amables, demasiado amables quizás. Todo en ellos nos parece maravilloso: sus hermosas ropas, su lengua, que parece mú- sica, las historias que nos cuentan de su pueblo... Ahora, por fin, vemos la verdad. El país que queremos conquistar no es pequeño ni pobre. Es un país más rico y fuerte que muchos países de Europa. Y así, los aztecas, con sus amables regalos, han traído también el mie- do a muchos de nuestros hombres. 21 de junio de 1519 Cuando salimos de Tabasco, Cortés decidió dar una de las in- dias a cada jefe de la expedición. Para su mejor amigo, Hernández de Puertocarrero, fue una joven muy especial, diferente a todas las otras, y no solo por ser tan hermosa. Los indios la llaman la Malin- che, que quiere decir mujer del jefe español. Aguilar nos cuenta que 14 La ciudad de los dioses

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