SANTILLANA USA - La ciudad de los dioses

gobernador 2 , don Diego Velázquez, le pregunta a él. Velázquez sabe que Cortés es inteligente, pero también ha tenido muchos proble- mas con él. Y es que a Cortés le gusta dar grandes fiestas y tener aventuras con otras mujeres. Con ellas gasta todo su dinero. La ver- dad es que la pobre doña Catalina no tiene nada especial... Yo quiero mucho a Cortés. Además, ya soy casi un amigo para él. Hablamos muchas veces. Me cuenta sus ideas y sus problemas, y siempre escucha mis consejos. Por eso lo conozco bien. Mi señor lo tiene todo, es verdad, pero no es bastante. Él quiere más. Esta isla es demasiado pequeña para un hombre como Cortés. Y él sabe que yo pienso igual. Yo y muchos otros hombres, des- pués de todo este tiempo, estamos cansados de la vida en Cuba – tan tranquila, tan parecida a la de España–... Cinco años no es un precio demasiado alto para mí; pero no más tiempo. Hoy me doy cuenta de que pronto todo tiene que cambiar. 7 de enero de 1518 De repente, nos despiertan algunos gritos. Todavía es de noche, pero puedo oír ruido de gente por las calles. Rápido, voy hacia la ventana. –¿Qué ocurre? –pregunto a un hombre que pasa por allí. –¡Los barcos de Alaminos están en el puerto! ¡Alaminos! Su nombre cruza toda la ciudad. De repente, alguien abre la puerta de mi cuarto 3 y aparece Hernán Cortés. –Deprisa, Francisco. Al puerto. Cogemos los caballos. Cuando llegamos al puerto ya es de día, y vemos a muchas personas correr hacia dos barcos. De ellos bajan algunos hombres. Casi no pueden andar, vienen heridos. Todos los ayudan. Nadie sabe cómo lo han conseguido, pero al fin han vuelto a casa. Y es que aquí, en Cuba, todos pensábamos que estaban muertos. Hace varias semanas, Alaminos y otros hombres salieron de Cuba con 6 La ciudad de los dioses

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