SANTILLANA USA - Marianela

La luna se escondía entre las nubes y el camino se perdía entre barrancos 3 . Teodoro Golfín decidió sentarse un rato y descansar. En ese momento oyó una voz de hombre que decía: –¡Choto, Choto, ven aquí! Golfín vio que venía hacia él un perro negro y grande. Su dueño lo llamaba desde lejos. El animal se acercó al viajero y volvió a mar­ charse, contestando así a las llamadas repetidas de su dueño. Golfín gritó contento: –¡Gracias a Dios! ¡Hola, amigo! ¿Puede usted decirme si estoy en Socartes? –Sí, señor, éstas son las minas, pero estamos un poco lejos de las oficinas. –Bien, amigo, muchas gracias. –¿Va usted hacia allí? –Sí, pero seguramente me equivoqué de camino. –Ésta no es la entrada de las minas. La entrada está en Rabago­ nes. Por aquí tardará más, porque estamos bastante lejos y el camino es muy malo. Pero no se preocupe, yo lo acompañaré con mucho gusto. Conozco estos sitios perfectamente. El doctor 4 Golfín se levantó y se acercó al hombre que, tan ama­ blemente, quería ayudarlo. Era éste un hombre joven y guapo, de unos veinte años de edad. Durante un rato, Golfín se quedó mirán­ dolo con sorpresa. –Usted... –Soy ciego 5 , sí, señor –dijo el joven–, pero conozco bien las mi­ nas. Yo ando por aquí sin problemas, como usted lo hace por la calle más ancha. Choto siempre me acompaña, y cuando no viene conmigo, lo hace la Nela. Así que no tenga miedo y sígame usted. –¿Desde cuándo es usted ciego? –preguntó Golfín con interés. –He sido ciego siempre. Sólo conozco el mundo por mi ima­ ginación, por mis manos o por las cosas que escucho. Yo sé que 6 Marianela

RkJQdWJsaXNoZXIy MjAwMTk0