SANTILLANA USA - Marianela

Benito Pérez Galdós 7 los ojos de los demás no son como los míos. Sé que por sí mismos conocen las cosas. Poder ver me parece algo maravilloso, tan mara­ villoso que en realidad no consigo entender qué siente la gente que ve. Anduvieron durante un tiempo. El viajero no dejaba de mirar a su alrededor. Se encontraban en un lugar oscuro, lleno de sombras extrañas, profundo como el cráter de un volcán 6 . –¿Dónde estamos ahora, buen amigo? –dijo Golfín–. Esto pare­ ce un mal sueño. –Esta parte de la mina se llama la Terrible –contestó el ciego–. Ahora nadie trabaja aquí. Hoy los trabajos se hacen en otras partes de la mina, más arriba. El paisaje es increíble, ¿verdad? –Sí, es increíble... –dijo Golfín–. Me recuerda a los sueños que trae consigo la fiebre, cuando es muy alta. Cuando salieron de la mina oyeron a alguien que cantaba. El ciego dijo a Golfín, sonriendo: –¿La oye usted? –¿Quién canta? –Es la Nela, la muchacha que siempre me acompaña. Viene a traerme el abrigo, pero ahora ya no me va a hacer falta. Pronto lle­ garemos a mi casa. Allí lo dejaré a usted, porque mi padre se enfada cuando llego tarde a casa. La Nela lo acompañará a usted hasta las oficinas. –Muchas gracias, amigo. El doctor Golfín vio a la izquierda una casa blanca. Allí era don­ de vivía el joven. –Allí arriba –dijo el ciego– están las tres únicas casas que quedan de Aldeacorba de Suso. Todo lo demás es ahora parte de la mina. En ese momento se acercó corriendo hacia ellos una niña bajita y muy delgada.

RkJQdWJsaXNoZXIy MjAwMTk0