Solo tres segundos_Zona Libre

18 Paula Bombara –Ya sé… Sol se va a la cocina y Nicolás se queda con esa sensación de apuesta perdida. Piensa otra vez en la cara de su padre: tristeza arrugas ojos boca barba. En la rabia que podrá vislumbrar por detrás del ros- tro. Imagina pupilas con llamas anaranjadas y deriva hacia otros objetos decorados con llamas anaranjadas hasta que termina recordando su colección de autitos Hot Wheels. Se queda dormido. En el sueño, agitadas carreras en bicicleta se mezclan con seres oscuros y voces subidas de tono. Puede dis- tinguir un casco, luces girando en un techo con espejos, una sonrisa que se estira, se deforma, crece. Él avan- za entre personas de su altura o más bajas, llega a un lugar despejado y allí hay una chica sentada. La mira. Se agacha para verla mejor, para capturar la belleza que se le adivina. Tiene ojos asustados. Tiene sus ojos. Desde el mundo llega una voz. La voz de su herma- na lo saca de los sueños. –Nico… Nico… mamá, en el teléfono. Quiere saber cómo te fue. Nicolás se levanta. Más dormido que despierto, sigue viendo los ojos de la chica. Casi nada de su ros- tro. Los ojos asustados. Fijos en él, como preguntando. A los diez minutos, ya no los ve. Pero la impresión de esos ojos sigue allí, agazapada, y se transforma en un recuerdo. Recuerdo para ser identificado, descubierto. Recuerdo para mirar por última vez y parpadear.

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