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XII
T
eodoro
se deja llevar a una fiesta de amigos de Candelaria,
donde bailan hasta la madrugada. En un sofá, Teodoro se duerme y
cuando se despierta ya es mediodía.
–Debo salir en un avión esta tarde. Y ni siquiera he ido al hotel.
–¿Para qué vas a ir al hotel? Seguramente está cerrado. Todo está
cerrado.
–¿Y cómo iré al aeropuerto?
–Yo te llevaré al autobús.
–Y me voy sin contrato...
–Pero vendrás otra vez a las islas. Te llevaré a Lanzarote, a La
Palma, a Fuerteventura, a Gran Canaria... Veremos el sol, la luna, el
viento, las dunas, los camellos... Será como otro sueño. Tienes que
volver, sabes que te esperamos.
Cuando llegan a la estación de autobuses, se encuentran de nue
vo con un policía.
–¡Señor Ullmann! ¡Acérquese, por favor!
–¡Oh, no! Otra vez problemas...
Pero esta vez la policía no viene para llevárselo a la cárcel. Ya sa
ben que no ha hecho nada malo. El guardia, sonriente, solo quiere
darle las gracias por su ayuda en nombre del alcalde. Le ofrece un
recuerdo de la isla: un libro de bellísimas fotos.