El señor de Alfoz

–Todo lo que usted dice es muy interesante, Isabel. Debe saber que me preocupa mucho Alfoz. Todos los jóvenes dejan el pueblo, aquí ya solo quedan los viejos. La ciudad está matando a muchos pueblos como este. Y también me preocupa la gente que se va. La última vez que estuve en Madrid vi esos edificios nuevos fuera de la ciudad... Allí vive la gente de mi pueblo y de otros pueblos iguales a este, todos juntos, unos encima de otros. Están juntos, pero no ha­ blan entre sí. No se ocupan del vecino ni se acuerdan de sus padres ya viejos. Usted me habla de trabajo, de dinero... Son esas las pala­ bras que mueven hoy el mundo, pero da pena pensar en un mundo así. Porque en él no hay más que hombres solos... Sí, me preocupan todas estas cosas, pero ¿qué puedo hacer yo? Nada, por eso prefiero leer, soñar... –Hace mucho tiempo que no oía hablar así a un hombre –dice Isabel después de un silencio–. Me ha dejado usted sin palabras. Pero yo sé que soñar solo no es bueno. Le he propuesto algo que puede ser interesante. Piénselo, por favor. M.ª Luisa Rodríguez Sordo 11

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