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El cañón no era gran cosa. Tenía tan solo un

calibre de seis libras. Eso significaba que disparaba

pequeñas balas de seis libras de peso. Lo que hacía

era un poco más que hacer ruido y echar humo.

Sin embargo, los ciudadanos de Gonzales se nega-

ron a entregarlo. Habían tomado partido.

Los soldados se marcharon, pero todos sabían

que volverían. La ciudad envió una llamada de auxi-

lio a otras localidades cercanas. Necesitaban más

hombres para defenderse de los soldados.

Cuando las tropas de Santa Anna volvieron a

Gonzales, había 140 hombres dispuestos a defen-

der su cañón y la ciudad. Se cuenta que una joven

ofreció su vestido de novia para hacer una bandera.

En la bandera, había pintado un cañón y las pala-

bras “¡Vengan por él!”. Los soldados lo entendieron

como una provocación.

El texano James C. Neill hizo el primer disparo

con el cañón. Tras una rápida refriega, los soldados

de Santa Anna se batieron en retirada. El enfren-

tamiento de Gonzales ni siquiera fue una batalla

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