

Y eso mismo sucedía en el monte. Todos
los animales se creían los más astutos del
lugar y pensaban que lo de la tortuga era
pura fama. Por eso resolvieron hacer un
concurso, un concurso muy competido,
para averiguar quién era el más inteligente.
Y escogieron al hombre como juez. Más
exactamente a Curumín, un cachorro de
hombre.
Curumín llegó y vio a todos los animales
reunidos. En seguida preguntó:
—¿En qué eres experto tú?
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