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—¡Calla, infeliz! —reclamó don
Quijote—. Sus intentos fallaron porque lo
traicionaron sus cómplices. Sin embargo,
él se declaró como el único responsable,
sin delatar a ninguno de sus compañeros
de prisión. La primera vez, como castigo,
lo encadenaron durante cinco meses. Al
segundo intento, le impusieron la pena de
recibir dos mil palos, y lo mismo sucedió
las otras veces.