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—No, Sancho, no me refiero a esos bandidos
de los que dimos buena cuenta, sino que recordé
la historia que nos contaron en días anteriores —
confesó don Quijote quitándose la palangana de
latón dorado que usaba como casco—. Que ese
escritor don Miguel de Cervantes Saavedra dice que
no somos reales sino producto de su imaginación.
—Ah, claro, lo recuerdo. No le ponga atención
al asunto, mi señor. Que se lo digo yo, que tengo
un primo cuentero que hace historias de un grano
de arena, convirtiéndolo en una montaña para
quedar de listo, pero nadie le cree nada.
—¡No hables necedades, Sancho! Este del cual
nos hablaron es un escritor, no es ningún cuentista
de pueblo. Yo lo conozco y hasta nos parecemos
en lo enjutos de rostro, en la nariz aguileña y los
bigotes largos.
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