No todo acabó ahí. Por el con-
trario, este era solo el comienzo.
El abogado de Rosa apeló el
veredicto, lo cual significa que con-
sideraba que no era justo. Ahora los
jueces de una corte superior escu-
charían la versión de Rosa. Ray-
mond tenía razón al temer por
Rosa puesto que ella comenzó a reci-
bir amenazas de muerte por teléfono. Otros líderes
de derechos civiles también fueron amenazados. Al
Reverendo King le bombardearon la casa porque se
había pronunciado a favor del boicot.
Ahora que no tenía empleo, Rosa podía dedi-
carle más tiempo y energía al boicot. Comenzó a
dar charlas en iglesias y en reuniones de la NAACP
sobre sus experiencias y, de esa manera, recaudó
dinero que ayudó a mantener el boicot. Incluso,
voló a Nueva York para dar un discurso en el Madi-
son Square Garden. En esa ciudad conoció a Elea-
nor Roosevelt, esposa del expresidente Franklin
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