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riendas. Y helo allí, galopando en la no-
che, alejándose del castillo.
Galopaba el caballo. Las nubes se abrie-
ron por un instante y la luz de la luna mor-
dió el cuello del animal. Solo entonces vio
el rey que el caballo era más negro que las
tinieblas. Y que sus cascos incandescentes
quemaban la hierba al pasar y deshacían
las piedras en centellas.
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